Un poquito de mi novela...

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CristionaS.
Egofloja
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  Un poquito de mi novela...

Os dejo un poquito de mi novela, el capítulo uno.

Título: Memorias de un superviviente.
Sinopsis:
11 de septiembre del 2001.

Manhattan, Nueva York.
8:46.


Me llamo Walter Atta y estoy atrapado en la cafetería de la planta cuarenta y cuatro de la Torre Norte del World Trade Center. No sé qué ha pasado pero parece grave, hay mucho humo y hace mucho calor. Sé que si no tiro abajo la puerta, todo el edificio se nos vendrá encima a mí y a mi compañero. Estoy aterrado.

Si estáis leyendo esta nota hay dos opciones: he logrado sobrevivir o no he podido bajar. Si encontráis esta nota y me he marchado al Paraíso, me gustaría que se la entreguéis a mi familia.

A todos los que me conocieron: os quiero y querré siempre.

Spoiler
Capítulo 1

11 de septiembre del 2001
8:50


¿En serio ese era mi fin? ¿Asfixiado en una cocina-cafetería para empleados de la planta cuarenta y cuatro y vestido con el peor traje que tenía? Siempre imaginé que iba a morir en las Bahamas, rodeado de palmeras y con un tío cachas por marido, no teniendo esa cutrez de muerte. ¿Qué había pasado? No teníamos ni idea, solo sabíamos que hacía cuarenta y cinco minutos, mientras mi compañero Kevin Jones y yo tomábamos nuestro segundo café del día, el edificio se inclinó casi seis grados hacia el río Hudson, nos caímos al suelo y con el vaivén la puerta se atrancó.

¿De verdad este iba a ser el final de mi vida? ¿Con Kevin intentando tirar la puerta a patadas y con humo saliendo de los conductos de ventilación?

Miré la hora en el reloj, eran las nueve y un minuto. Seguro que pensáis: ¿cómo te acuerdas de todo con tanto detalle? Como para olvidarse de un día así. Estaba tan acojonado que escribí el epitafio que quería que pusieran en mi tumba si encontraran mi cuerpo. Escribí la última palabra y dejé el bolígrafo encima del bloc de notas.

—Deja eso y pon algo en la cosa esa de ventilación. ¡Nos vamos a asfixiar! —Gritó Kevin.

Lo peor de todo era que con el movimiento del dichoso edificio se me había caído la cafetera casi llena encima de la mano y tenía una quemadura, sabía que era grave porque no me dolía.

Miré por la ventana y vi caer una chaqueta marrón.

—¡Atta, ayúdame!

Sí, mi apellido es Atta... sin comentarios.

Quería ayudarle pero el calor y el miedo atenazaban mi cuerpo y estómago. No sabía lo que estaba pasando allí fuera.

Tenía calor e intenté que mi cuerpo reaccionase... ¡Sí! Me estaba moviendo.

9:02

¡Madre mía, vaya día de mierda me esperaba! Y eso que acababa de empezar, justo a las nueve y dos minutos se escuchó un nuevo estruendo y Kevin, por un acto reflejo, miró hacia arriba. ¡Oh no! El puto temblor había vuelto y me agarré al radiador hasta que noté dolor en la mano herida. Si no fuera imposible, parecía que era un terremoto pero, ¿en Nueva York? Ni de broma, eso solo pasa en esas películas malas tipo «Terremoto en Nueva York» o «10.0 grados: hecatombe». Vi un reflejo en el cristal como de fuego y supe que estaba pasando algo grave.

—Concentrémonos en abrir esta mierda. Tenemos que salir de aquí ipso facto.

Cogí una de las sillas y la estrellé contra la puerta, esta crujió pero no se abrió. Pegué la oreja contra la misma, oí a alguien gritando y un portón metálico cerrándose. Kevin dijo algo que no escuché y le di otros dos fuertes golpes, pero las bisagras aguantaron como campeonas. ¿De que estaban hechas, de adamantium? Me estaba empezando a marearme por culpa del dichoso humo y puse otra servilleta de tela en el asqueroso conducto, que parecía una de las chimeneas del Titanic y nosotros, aunque no lo sabíamos, estábamos a punto de naufragar con el transatlántico entero.

Puse la mente en blanco y me dije «no vas a morir con solo veintitrés años, Atta». Me concentré mientras sudaba como un aspersor estropeado y yo no sudo nunca. Me quité la americana y vi por la ventana que alguien había tirado otra chaqueta, espera, ¡también tiraron los pantalones! Junto con eso caían cientos de papeles, carpetas y hasta una mesa de despacho. ¿Qué coño estaba pasando allí arriba?

Miré a Kevin Jones que estaba aturdido y con la boca abierta.

—¿Qué demonios era eso? —le pregunté.
—No lo sé, Atta, no lo sé —se estremeció.
—Han explotado las cocinas del Windows, ¿verdad?
—Cállate de una vez y centrémonos en abrir la puerta, tenemos que salir de aquí.

En eso estaba con él, había que abrirla costase lo que costase. A sillazos, cargando todo el peso de nuestros cuerpos... pero tuve una idea mejor, concentré mi fuerza en la pierna y lancé una patada tremenda, esta vez los goznes saltaron y la puerta salió despedida hasta casi la mitad del pasillo.

9:15

Al salir de la cafetería el pasillo estaba oscuro como la boca de un lobo y había muchísimo humo, polvo y olía muchísimo a gas. Corrimos hacia los ascensores y vimos que todas las puertas de las oficinas habían saltado por los aires. O sea que la explosión había sucedido por encima de nosotros. Me moví hacia una de las oficinas.

—¿Qué demonios haces? —me preguntó Kevin, este tiene la manía de hablar gritando como si estuviera en Italia— ¡Tenemos que salir! Con este olor tiene que haber fuego en alguna parte. ¡Vámonos!
—Espera, cojones. Voy a ver si hay alguien que necesite ayuda.

Entré en una de las oficinas del NYSSA.

—¿Hay alguien? —Grité.
—¡Atta! Me cago en la p**a, vámonos.

Qué raro, los aspersores de incendios no estaban conectados, le di al interruptor de la luz pero no se enciendió.

Las pantallas de los ordenadores, las estanterías y el falso techo estaban por el suelo. Miré los cubículos uno por uno y en el último divisé un par de pies. Retiré toda la montaña de cosas y esto lo recuerdo como si fuera hoy: había un muchacho bocarriba y con los ojos mirando al infinito. Le tomé el pulso pero no se lo encontré, estaba muerto. ¡Madre mía! Tenía más o menos mi edad y en su rostro se podía ver una mezcla de sorpresa, terror y dolor, había bastante sangre alrededor de su cabeza. La mala suerte hizo que el trozo que le había caído no era parte del techo falso sino del auténtico. Me moví hacia las ventanas, miré por una de las mismas y vi más cosas caer pero sobre todo papeles. Otro traje se precipitó pero me fijé en que este llevaba zapatos y agitaba... sus... brazos... al... viento.

Un dolor súbito de estómago seguido de varias náuseas me invadió y vomité en el suelo. Kevin entró corriendo y se puso a mi lado.

—¿Qué te pasa?
—No era un traje, Kevin, la gente se está s-suicidando —dije, todavía en estado de shock.
—¿Qué demonios estás diciendo?

Miré a todos los lados y divisé al fondo una ventana rota. Agarré una silla mientras escuchaba a Kevin preguntar por lo que estaba haciendo y que estaba loco. Le di un fortísimo golpe al cristal y lo rompí limpiamente para no cercenarme el cuello, saqué la cabeza, miré hacia abajo y todo estaba perfecto; no había ningún incendio. Noté que Kevin me agarraba de la cintura para evitar que el aire me precipitara hacia abajo. Miré hacia arriba, vi muchísimo humo y virulentas llamas que salían por las ventanas de la planta noventa o noventa y dos. Algo pasó cerca de mí y lo único que recuerdo ver fue una mano de piel oscura con los dedos como intentando asirse a algo. Miré hacia delante... ¡oh Dios mío! ¡Joder! Metí la cabeza y grité con todas mis fuerzas. ¡No era posible lo que estaba pasando! Me decía: «esto no es real, es una p**a pesadilla y despertaré enseguida, seguro que es eso». Kevin me agarró pero mi cuerpo se sacudió con violencia.

—¿Qué pasa?

Solo me salió un grito agudo y me abracé a mí mismo, no podía dejar de temblar.

Kevin sacó la cabeza por el hueco y la metió enseguida, me miró con una mueca de terror pintada en la cara.

—¡Me cago en la p**a! —Exclamó apoyándose en la pared— Parece que está pasando algo muy grave. Tenemos que salir de aquí.

Las imágenes de esa gente tirándose al vacío no me dejaban ni pensar y menos moverme. Las ganas de vomitar volvieron. Joder, no solo nuestro edificio estaba en llamas.

—Es un ataque terrorista, Kevin —le dije.
—No lo sabemos pero lo que tenemos que hacer es salir de aquí.

Se levantó y le agarré de la muñeca.

—Pero, ¿y si hay terroristas por los pasillos? —Pregunté mientras me levantaba poco a poco.
—No habrá nada de eso, vámonos.

Estos norteamericanos y su manía de pensar que su país es el mejor y más seguro del mundo.

Entonces caí en la cuenta.

—¡Joder! Tenemos que ir a buscar a Marizza.

Marizza Lione era y es mi mejor amiga, trabajaba de guía turístico en ese mismo edificio.

Corrimos por el pasillo y salimos hacia las escaleras.

—¡Atta!
—¡Eh! Tenéis que bajar —gritó una mujer que estaba bajando los escalones con los zapatos en la mano. Tenía el pelo blanco por el polvo.

Ante los gritos de Kevin y la señora diciéndome que bajase empecé a subir y mis largas piernas respondieron a la perfección. Solo quería saber cómo estaba Rizza.

—A lo mejor ya está abajo.
—¿Cómo demonios va a bajar si dicen por megafonía que nos quedemos en nuestros puestos de trabajo? —Dije, asfixiado ya de subir tantos pisos.

Miré el número de la planta, setenta y nueve. ¡Si que pasaban rápido las plantas!

Había gente tanto bajando como subiendo. Abrí la puerta de la planta ochenta y dos y fuimos hasta el otro tramo de escaleras de subida hasta el ochenta y nueve.

Arriba se oían gritos y miré por el hueco de la escalera, todo estaba destrozado más allá de la planta noventa.

—¡Ayuda! Por favor, ayuda —era un hombre, tosió.
—En un momento llegarán los bomberos —gritó Kevin—. ¿Estáis heridos?
—No, pero no podemos respirar y las escaleras están destrozadas, no podrán subir —grita una mujer.
—¿No tenéis extintores?
—Sí, pero no funcionan.

Así de buena era esa mierda de edificios llenos de pladur y amianto.

Alguien gritó algo en alto, los de la planta noventa y otro les respondió que tenían que esperar.

—¿Cómo vamos a esperar si nos estamos asfixiando?

Alguien en estado de pánico gritó «vamos a morir».

—Resistid, pronto vendrán los bomberos —concluyó Kevin.

Tenía que saber como estaba Marizza. Pegué la oreja a la puerta del pasillo de las oficinas y no se oía nada.

—No me gusta nada esto, Atta. Se oye algo raro, ¿no lo escuchas?
—¡Anda, exagerado! No oigo nada —le dije.
—Abrir esa puerta es mala idea, hazme caso.

Hice caso omiso a sus palabras y agarré el pomo de la puerta que estaba frío al tacto, sonreí y le miré, formando con la boca otro «exagerado». Bajé la manilla, la abrí y como imaginaba el pasillo estaba a oscuras.

—¿Ves? No hay nada.

Al final del pasillo se veía una luz amarillenta, seguro que era la luz del despacho de Rizza. Me imaginé que estaría allí. Se oyó un silbido. ¡Esperad un momento! ¿Recodáis cuando intenté encender la luz en aquella oficina? No había luz. El ruido se intensificó, quería ponerme a cubierto pero mis piernas no respondían, ¿qué demonios me estaba pasando? ¡Oh Dios! ¡Mierda!

—¡Sal de ahí, Walt! —Gritó Kevin con furia.

¡Oh, joder! La luz que antes pensaba que procedía de la oficina de Marizza se acercaba a mí y por instinto cerré la boca e intenté apartarme pero la lengua naranja fue más rápida que yo y me abrasó la piel de la cara, Kevin cerró la puerta de una patada. ¡Joder, me estaba quemando vivo! ¡Mi cuerpo estaba ardiendo! La gente que bajaba empiezó a gritar, un hombre se quitó la chaqueta y empezó a golpearme con ella. ¡Me quemaba, estaba abrasándome vivo! Miré hacia abajo y sonreí, tenía ganas de reírme pero no sabía el porqué. El dolor era insoportable y veía puntitos negros bailando delante de mí que cada vez se hacían más y más grandes. Tenía sueño, mucho. Entre tinieblas me pareció escuchar la voz de Marizza pero no la oía, mis piernas no daban más de sí y me caí de espaldas contra la pared. Jo-der.

—¿Atta? —Gritó Marizza—. ¡Walt! ¡Waalt!

Sí, me llamo Walter. Atta, Walter Atta. Y con este chiste para rebajar la tensión sigamos con la narración del peor día de mi vida.

Algo espumoso me salió por la boca y la gente que bajaba intentaba ayudarnos. Yo tenía la certeza de que iba morirme en cualquier momento. La mancha negra que veía se convirtió en una masa naranja. Escuché un chasquido y el calor se atenuó un poco cuando algo espumoso me apagó las pocas llamas que quedaban encendidas en mis pantalones. Un olor terrible me inundó las fosas nasales y pensé en un cerdo asándose en un horno de piedra. ¡Qué asco!

Intenté gritar pero el dolor era tan fuerte que me agarrotaba todos los huesos y músculos del cuerpo, tenía la ropa pegada a la piel y notaba un dolor que jamás había experimentado. Ni ciando me rompí tres costillas haciendo el idiota con un monopatín. No os podéis hacer la idea de lo que es eso, tienes ganas de arrancarte la piel quemada a tiras o tirarte por la ventana para dejar de sufrir.

—No cierres los ojos, estamos aquí —dijo Marizza, creo que llorando.

¿Dónde? No os veo, pensé.

—Tenemos que bajar —dijo la chica, sorbiendo por la nariz.
—¿Qué ha pasado? —Le preguntó Kevin a Marizza.
—No lo sé. Vamos.

Marizza me agarró del brazo que no tenía tan mal y empezamos de nuevo a bajar, veía todo como si fuera una película con un horrible fondo naranja. Esperaba que el fuego no me hubiera quemado las retinas. Lo bueno era que casi no sentía dolor en la cara. Las quemaduras de tercer grado no duelen porque los nervios quedan muy dañados, como cuando te hacen una endodoncia pero a lo bestia y con fuego.

—¿Dónde demonios estabas? —Le preguntó Kevin a Marizza mientras bajábamos.
—En el restaurante, estaba ayudando a las chicas a preparar las mesas. Hoy tienen un cumpleaños.
—¿Y has podido bajar por las escaleras? —Preguntó Kevin, extrañado.
—Estaba en el piso noventa cuando todo empezó a moverse. Pensé que había sido un terremoto.

Mucha gente estaba bajando o subiendo, no podía saberlo. Todos los que estaban detrás de nosotros gritaban, lloraban, tosían o las tres cosas a la vez. Tenía ganas de mear.

¿Y quién era yo? Walter Atta, un auditor de cuentas de Lehman Brothers que no tendría que haber ido a trabajar ese día, pero c'est la vie!

Hacíamos paradas cada ciertos pisos. Me recosté contra la pared y una mujer, de acento italiano, le preguntó a Marizza que si quería un poco de agua y esta le respondió con un «sí» y un débil «gracias». Kevin suspiró varias veces y noté como también se recostaba contra la pared en la que estaba yo. La muchacha le dio la botella de agua a Kevin y oí el ruido de su garganta al tragar.

—¡Joder! ¿De dónde viene toda esta agua? —Preguntó Marizza.

Se oía algo parecido a una cascada.

—Puede que se haya roto alguna tubería, yo que sé —contestó Kevin.

Noté que tenía los pantalones mojados pero no era por eso de lo que hablaban Marizza y Kevin... me había meado encima y a nadie parecía importarle.

—Walt, ¿quieres un poco?

Respondí afirmando con la cabeza y bebí un poco de la botella que puso Kevin cerca de mis labios, un dolor atroz me paralizó de la cabeza a los pies. ¿Me habré quemado la garganta? Ojalá que no, me dije. Una mujer estaba hablando por un teléfono portátil, se quedó quieta y hablaba bajo. Gritó algo en un idioma extraño y luego Marizza le preguntó: «¿Me dejas el teléfono? Gracias».

Subió un escalón y se metió por la dichosa puerta que llevaba al pasillo donde estaban las oficinas.

—Espérame, Rizza.

Se escuchó cerrarse la puerta.

¿Me habían dejado solo? ¿En serio? El miedo se apoderó de mí, dejé caer la cabeza hacia atrás y casi me dormí... pero unos golpecitos hicieron que me despertara del extraño letargo en el que estaba sumido.

—Perdón amigo pero esto te va a doler —era Kevin.

Me echó agua en la cara. ¡Dios mío, como dolía esa p**a mierda! Mi cuerpo reaccionó y empecé a gritar con todas mis fuerzas. ¡Era como si me estuvieran clavando miles de dagas en la cara! Grité hasta desgañitarme y hasta se me puso la voz ronca como la de un cantante de heavy metal.

—¡Dios mío! Gracias por el móvil.

Oí como le daba el móvil a la mujer que le respondió «de nada» y esta empezó a descender.

Gracias a la artimaña de Kevin me había dejado de doler un poco la cara pero ahora también me costaba respirar.

—Chicos, he llamado a Seth —era su hermano—, dice que estaba viendo en la televisión que había un incendio en esta torre y en directo se vio como un avión se chocaba contra la Torre Sur.
—¿Un avión? —Preguntó Kevin, extrañado.
—Uno grande y plateado, como un American Airlines.
—¿Es un atentado terrorista? Otra vez los putos chechenos, como en el noventa y tres —dijo Kevin—. Además no sabemos los daños que ha podido causar en la estructura si ha reventado un avión contra este edificio.

Se oyeron pasos rápidos subiendo por la escalera.

—Tenéis que bajar —comentó una voz nueva, tenía acento inglés pero más fuerte.
—¡Gracias a Dios! —exclamó Rizza, esta vez con un tono más alto—. Walt, son los bomberos —me informó.
—Chico, ¿cómo te llamas? —Preguntó uno de los dos bomberos, con una profunda voz.
—¿Él? Se llama Walter —explicó Marizza.
—Walter, cuando te diga intenta abrir los ojos, ¿vale? —dijo el inglés.

Oí como ponía agua en alguna especie de tela, por el sonido, y noté como me mojaba los ojos con suavidad. Ese tipo no olía a nada, cosa rara en un ser humano, y estaba mi altura por lo que supuse que sería alto.

—Muchacho, ya puedes abrir los ojos.

Me asustó. Los abrí y noté que ya no me ardían. Veía un poco mal al enfocar pero era un gran alivio. El hombre de acento inglés no parecía ser bombero ya que llevaba una cazadora norma, una mascarilla con forma de dientes de calavera y una bombona de oxígeno a la espalda. Era muy bajito, posiblemente no llegase al metro sesenta y cinco, pero como estaba en las escaleras de subida parecía más alto.

—George McCain a base, tenemos a un herido por ¿fuego? —Preguntó tapando la emisora, Kevin afirmó con la cabeza.
—¿Por? —Preguntó el jefe bombero por la emidora.
—Fuego, nombre Walter Atta.
—¿Área?
—Cara, brazos y piernas. Dos, dos profundo y tres. Parece ser que una chica le apagó las llamas con un extintor.
—Bajad y esperad. ¡Oh Dios...!

Se cortó... pues vaya mierda de emisora tenía aquel tipo.

9:59

¿Otra vez? Esto ya era pasarse, venga ya... El inmueble se movió otra vez y la gente gritó aterrada, algo subió por el hueco de las escaleras y cerré los ojos. Noté como el polvo se colaba por casi todos los orificios de mi cuerpo. Todos tosimos al unísono.

—Base a todas las unidades... responded... base a todas las unidades.
—Ha habido otra explosión —dijo George.
¿McCain?
—¿Qué coño ha sido eso? —Preguntó otra voz en la emisora mientras esperábamos.
—Decidle a los sanitarios que salgan de ahí cagando h*stias. Base a Torre Uno, bajad rápido.
—¡Dios mío! Base, hay muchos escombros, no podemos salir.
—¿Pero qué coño ha pasado? —gritó George, le dió al botón—. Jefe, ¿que ha pasado?
—Base, ¿podremos salir? —dijo otro en la emisora.
—No lo sé, joder, esperad la confirmación.
—¿Pero qué coño pasa? —Preguntó Marizza con lágrimas en los ojos.
—¡No podemos salir, hay muchos escombros! ¿Qué hacemos, base? —Gritó alguien por la emisora.
—¿Dónde estáis?
—En la planta cuarenta de la Torre Uno —respondieron.
—Creo que podéis salir por el puente. Desalojad el edificio. Salid todos.
—¿Qué ha pasado? —Bramó George.
—Baja ahora mismo de ahí, McCain. Ha caído la Torre Dos.
—¿Caído de qué?
—No sé, ha fallado la estructura —suspiró—. La Torre Sur es historia. Salid de ahí cagando leches, ¿de acuerdo?
—Vale.
No... NO, por Dios. Tragué saliva.
—¿S-se ha d-derrumbado la Torre Sur? —Pregunté.
Con la de amigos que tenía yo en esa torre, madre mía, Joseph, Antonio, Ken, María, Christina... solo deseaba que estuviesen bien y que hubieran podido salir. Marizza gritó «¡ay Dios mío!» y Kevin rezó algo en un idioma que no entendí.
—Hay toneladas de escombros, ¿podemos cruzarlos por encima? —dijeron por la emisora.
—No, puede haber agujeros.
—¿Qué ha pasado? Ha temblado todo el edificio —preguntó otro.
—Ha caído la torre Dos. McCain, Atta, podéis empezar a bajar.

No me conocía y ya me llamaba Atta.

Empezamos a bajar todos cogidos de las manos, estaba oscuro y había muchísimo polvo. Yo seguía oyendo la emisora del bombero.

—¿No estaba Atta en la base? —Preguntó uno de los bomberos.
—No. Atta está con George, está herido.
—Pero el chico tiene veintipico de años, ¿a quién buscáis?
—A Antoine, ¿no está contigo?
—No, este chico se llama Walter.

h*stia p**a, estaban hablando de mi padre que era bombero... claro, estaría allí.

—Primero entró a la Torre Uno pero luego se fue a la Torre Dos —dijo otro.

Cerré los ojos, aunque mi padre ha sido un cabrón toda su vida me dolía estar oyendo eso. Solo había pensado en salvarme yo y no en los demás. Marizza estaba llorando a lágrima viva.

—Esto no está pasando, esto no está pasando —repetí como si fuera un mantra.
—Atta subió hasta la planta cuarenta de la Torre Dos, pero no sabemos si bajó.
—Atta, responde —nada, no se escuchó ninguna respuesta.

Bajamos un poco más rápido.

—¿Qué hora es? —Preguntó Marizza, como si importara en aquellos momentos...
—Las diez en punto. Todavía tenemos que bajar cuarenta pisos.

Con los ánimos por los suelos, nunca mejor dicho, bajamos uno a uno los cuarenta pisos, cada vez había menos gente y hacíamos paradas cada nueve o diez pisos. Moverse al ritmo de un tipo como yo y encima herido es muy difícil.

—Venga, ya estamos más cerca de la salida.

Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro. Parada.

10:28

Todos suspiramos, no podía más, estaba deseando salir de allí de una vez. Como cada vez que hacíamos las paradas, todos nos apoyamos en la pared.

—¡La antena se está torciendo hasta la izquierda! —Gritó el jefe de los bomberos— ¡Abandonad la zona, rápido!
—¿Qué antena? ¡¿Qué antena?! Todavía estamos en el cuarto piso —Berreó George.
—¡Ooh Di...! —Se cortó.

Un crujido me desgarró los oídos y algo bajó a toda mecha por las escaleras además de la extraña cascada de agua. El trozo gigante de hormigón chocó contra nuestro tramo de escaleras y estuvo a punto de darle en la cabeza al inglés, que se apartó con gran agilidad. Marizza gritó.

El inglés miró al bombero y este a nosotros. ¡Estaba temblando! ¿Qué coño estaba pasando? ¿Qué era eso? Se oyó otro estruendo más grande, era un sonido muy extraño y me puso los pelos como escarpias.

—¡Me cago en la p**a! ¡Corred, bajad aquí, rápido! —Gritó el inglés a la gente que está bajando.

Su cuerpecillo temblaba como una hoja mientras el sonido se oía cada vez más cerca… y los que bajaban saltaron los pocos escalones que les separaban de nuestro tramo de escaleras y se pegaron a la pared. Todos llorábamos y gritábamos.

—¡Atta! —gritó Marizza.
—¡Marizza! —grité.
—¡Contra la pared! —Gritaron al unísono el bombero, y el inglés continuó—. Haceos una bola, rápido.

El policía tiró de mi brazo mientras el enorme ruido hizo que nos elevásemos desde el suelo y noté que casi tocaba el techo o el techo bajó hacia dónde estábamos. George gritó el nombre de Dios varias veces y el inglés gritó con fuerza. Intenté encoger mis piernas, sentí un golpe en la cabeza y solo pude pensar: «¡Oh Dios! ¿Qué está...?»

15:00

Abrí los ojos, no sé cuanto había estado inconsciente pero me dolía mucho la cara y otra vez había perdido la visión. Pero esta vez no veía nada y solo tenía ganas de toser. Me quité el pañuelo de trapo y vi que cerca de mi cara había algo enorme. Le di un golpe y se me encogieron las pelotas, parecía una viga de metal. Intenté enfocar la vista para saber en donde estaba pero todo fue imposible. Le di otro golpe a la posible viga.

—¡No toquéis nada! ¡Es muy peligroso! —dijo el inglés.
—Marizza —grité
—Estoy aquí, Atta —gritó ella—. ¿Estáis bien todos?
—¡Oh Dios, oh Dios! —Exclamó Kevin entre toses—. ¡Jesús bendito, ayúdanos! —Lloraba.
—¡h*stia p**a! Estamos vivos —dijo George—. Hemos tenido una suerte de la h*stia.
—¿Qué ha pasado? —Pregunté, con el corazón en un puño—. ¿Dónde estamos?
—Los pilares se han venido abajo por culpa de las altas temperaturas, los pisos se han ido plegando como un acordeón —contestó George—. Nunca he visto algo así.

Una oleada de gritos empezaron a sonar.

—¿Se ha derrumbado la torre c-con n-nosotros dentro? —Preguntó Marizza tartamudeando y llorando a la vez.
—Exacto, estábamos en el sitio idóneo para poder sobrevivir. Hemos vuelto a nacer —comentó el inglés.
—¡Santo Jesucristo bendito! —Volvió a gritar Kevin.
—N-nos hemos quedado sin t-trabajo —comentó una mujer que está contra la pared de detrás.

Madre mía, y yo que pensaba que si te caía encima un mastodonte de ciento diez plantas te mataba. El bombero cogió la emisora y dijo su posición pero no respondió nadie. Estábamos en tierra de nadie, atrapados entre escombros y vigas de acero.

—Tenemos que hacer algo para que nos oigan desde fuera —dijo George.

El inglés empezó cantar en voz baja.

And it's no, nay, never
No nay never, no more.


—Venga, todos a la vez.

Cantaron esta vez más alto y aplaudiendo. Me dieron ganas de aporrear la viga pero amaba demasiado mi vida para hacerlo.

—No golpeéis nada que no sean vuestras manos, ¿entendido?

Siguieron cantando esa vieja canción irlandesa en la que «un vagabundo dice que jamás volverá a gastarse su dinero en cerveza», sí, claro, voy yo y me lo creo.

Will I play the wild rover,
No never, no more.


Pero yo no cantaba, prefería imaginarme que estaba en una discoteca bailando en la pista mientras tarareaba por lo bajo.

Supe que ese día nunca se me iba a olvidar. Nunca olvidaré al irlandés bajito cantando, ni a Marizza sollozando pero esforzándose por cantar en voz alta, ni a Kevin —mi mejor amigo— cantando y rezando, ni del bombero intentando que le respondan a sus llamadas.

Estaré eternamente agradecido a todos ellos...

Saqué mi mano y escribí en el polvo que había en la viga: I WILL SURVIVE (sobreviviré)

Cristiona EŠČ


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Suzy_Q
Amiga especial de Rancín
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  Un poquito de mi novela...

:Ahora me he quedado con la intriga :sip:
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CristionaS.
Egofloja
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  Un poquito de mi novela...

Me alegro que te haya gustado :yuju:

Cristiona EŠČ


:animadoras:
SueEllen
Influenser
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Registrado: 10 May 2018, 21:10

  Un poquito de mi novela...

Tiene buena pinta. Enhorabuena
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CristionaS.
Egofloja
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  Un poquito de mi novela...

Gracias :red: :red:

Cristiona EŠČ


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JuanXito
Moradora de las arenas
Mensajes: 196
Registrado: 13 Abr 2018, 22:07

  Un poquito de mi novela...

Interesante, donde puedo leer el libro completo, ansioso por leer los otros capitulos.

Pero ya con el titulo das a entender que sobreviviste.
Imagen
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CristionaS.
Egofloja
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Registrado: 22 May 2018, 23:06

  Un poquito de mi novela...

Que bonicos sois, la voy publicando en Wattpad pero no se si puedo poner el link... :red: :red:

Cristiona EŠČ


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CristionaS.
Egofloja
Mensajes: 1731
Registrado: 22 May 2018, 23:06

  Un poquito de mi novela...

Ein... ¿se pueden poner links de otras páginas?

Cristiona EŠČ


:animadoras:
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Suzy_Q
Amiga especial de Rancín
Mensajes: 1360
Registrado: 12 Feb 2018, 09:59

  Un poquito de mi novela...

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